La Gran pirámide de Lybaras
Lybaras es una ciudad perteneciente al antiguo imperio de Nehekhara , actual reino de los Reyes Funerarios de Khemri. Es una de las ciudades más alejadas de Khemri, pues se sitúa en el lado oriental de las Montañas del Fin del Mundo, cerca del actual Golfo del Terror. La ciudad de Lybaras es famosa por su Reina muerta desde hace mucho tiempo, de a Gran Reina Khalida Neferher. Este es su hogar y el lugar de descanso de su cuerpo momificado, tras ser asesinada por su prima Neferata, reina de Lahmia.
Neferata buscaba la muerte de Khalida, puesto que esta última habia empezado a sospechar de ella y de su corte. De hecho, sus sospechas no eran infundadas, ya que Neferata había estado estudiando los textos blasfemos del nigromante Nagash y había bebido del elixir de condenación del hechicero. Neferata había renacido a una nueva vida, una vida maldita, la vida de un ser de la noche, un ser de las tinieblas: un vampiro. La sensual reina de Lahmia lanzó una falsa acusacion de traición e intento de asesinato sobre Khalida y realizó un alegato durante un banquete ceremonial. Khalida se puso en pie para defender su honor; era una habilidosa y poderosa guerrera pero no podía igualar la velocidad y fuerza sobrenaturales que atesoraba el nuevo cuerpo de Neferata. Mientras Khalida aún se convulsionaba, moribunda, Neferata se acercó a ella, le clavó sus afilados dientes en el cuello y empezó a beber su sangre. Luego, se mordió a si misma en la lengua y con una mirada triunfal besó los labios de Khalida, con lo que su sangre vampírica fluyó a través de la garganta de la agonizante reina de los Desiertos Orientales. Khalida comprendió que la nueva sangre que ahora corría por sus venas estaba corrompida por el mal. Desesperada, imploró a los dioses que la liberasen de aquel abominable destino. La Diosa Áspid escuchó sus ruegos y se apareció ante la reina. Su bendición hizo que la corrupción del vampiro abandonara su cuerpo, y su sangre, aunque dejó de fluir, quedó libre de la maldición vampírica.
Neferata buscaba la muerte de Khalida, puesto que esta última habia empezado a sospechar de ella y de su corte. De hecho, sus sospechas no eran infundadas, ya que Neferata había estado estudiando los textos blasfemos del nigromante Nagash y había bebido del elixir de condenación del hechicero. Neferata había renacido a una nueva vida, una vida maldita, la vida de un ser de la noche, un ser de las tinieblas: un vampiro. La sensual reina de Lahmia lanzó una falsa acusacion de traición e intento de asesinato sobre Khalida y realizó un alegato durante un banquete ceremonial. Khalida se puso en pie para defender su honor; era una habilidosa y poderosa guerrera pero no podía igualar la velocidad y fuerza sobrenaturales que atesoraba el nuevo cuerpo de Neferata. Mientras Khalida aún se convulsionaba, moribunda, Neferata se acercó a ella, le clavó sus afilados dientes en el cuello y empezó a beber su sangre. Luego, se mordió a si misma en la lengua y con una mirada triunfal besó los labios de Khalida, con lo que su sangre vampírica fluyó a través de la garganta de la agonizante reina de los Desiertos Orientales. Khalida comprendió que la nueva sangre que ahora corría por sus venas estaba corrompida por el mal. Desesperada, imploró a los dioses que la liberasen de aquel abominable destino. La Diosa Áspid escuchó sus ruegos y se apareció ante la reina. Su bendición hizo que la corrupción del vampiro abandonara su cuerpo, y su sangre, aunque dejó de fluir, quedó libre de la maldición vampírica.